La vida no tiene intención. No me he reservado nada para el final, empezó de una manera abrupta, lo sé.
La realidad es que hay una gran confusión al respecto de la afirmación “todo pasa por algo”. Efectivamente, todo hecho es consecuencia de un hecho anterior, por lo tanto, sí, todo pasa por algo. Todo suceso fue provocado por un suceso anterior que lo explica y así sucesivamente.
Otra cosa es entender que <<todo pasa para algo>>, es decir que hay una dirección y causalidad hacia el futuro. Los sucesos actuales, evidentemente, explican los futuros.
Debemos entender que la vida no tiene intención, no hay una volición que determine cómo han de ser las cosas según un plan o destino prestablecido.
Asumo que hay diferentes escuelas filosóficas y espirituales y que en algunas de ellas se hace una defensa de ese determinismo según el cual todo está establecido a la manera de un destino inevitable (DESTINO – Antigua Grecia), en otros casos, se asume que hemos venido a esta vida a aprender o a resolver algo que en otras existencias y/o planos no hemos podido hacer.
Me voy a atrever a introducir el término “destinación”. ¿Y si nuestra existencia no se guiase por ese concepto de destino inevitable o un determinismo que nos condena a la rebelión o la mera aceptación, si no que fuese abierto y nos permitiese completar/perfeccionar la ecuación con eso que “ponemos nosotros”?
Es decir, tenemos un camino/misión que solo podremos cumplir en la medida en que nuestras decisiones, expresión de nuestra voluntad, nos guíen hacia ese camino y por ese camino. Dicho de otra manera, en el uso de nuestra libertad nos metemos en ese camino o nos salimos. Pero ambas posibilidades son reales.
Ya sabemos que estas decisiones solo podrán ser tomadas en función de nuestra capacidad, lo que implica la necesidad de medrar para poder alcanzar el nivel necesario que nos permita tomar las adecuadas.
En este debate se recurre, en determinados círculos, a la expresión “todo pasa por algo” como si la VIDA fuera la que “decidiese por nosotr@s” o provocara que las cosas nos ocurriesen.
Yo me inclino a pensar que la vida no tiene intención, en tanto que no es una entidad volitiva.
Lo que la vida sí tiene es inteligencia, llamémosle “orden”, leyes, el nombre es lo de menos. Las cosas ocurren, porque hay leyes universales que sí determinan el marco dentro del cual deben ocurrir las cosas: si sueltas un objeto, por obra de la fuerza de la gravedad, caerá con una aceleración de 9.8m/seg; el ciclo de Krebs se produce en las mitocondrias celulares y genera energía en forma de ATP; la duración de un año es de 365 días, 6 horas, 9 minutos y 9,76 segundos; las personas que sonríen caen mejor, etc.
Pero no hay intención, la Vida solamente “ocurre” y fruto de ese “ocurrir” nos pasan las cosas de las cuales debemos aprender… pero ese transcurrir es fruto de nuestras propias decisiones y de todas las decisiones que se toman a nuestro alrededor y sobre la cuales no podemos influir pero que nos influyen. Sí que es cierto que la vida está sometida a unas leyes, claro y fruto de esas leyes, las cosas son inevitables… las consecuencias pueden parecernos “atraídas” o provocadas por la vida, sin atender a que en realidad, han sido nuestras decisiones, incluso intención lo que ha provocado (en función de esa inteligencia de la Vida y condicionada por las leyes de la naturaleza) que las cosas se den.
Claro que hay una inteligencia superior, una fuerza divina, Dios… (ponle el nombre que te haga sentir cómod@) con poder sobre todas las cosas que ocurren y las que no. Pero debemos recordar siempre que la libertad es la clave de este asunto.
Hay unas leyes que establecen un marco de referencia, un contexto pero dentro de este marco somos libres. Si la Vida no tiene intención y estamos convencidos de que hay cosas que ocurren para que aprendamos y porque alguien/algo superior lo establece, creo que es evidente que debemos subir un peldaño y mirar a hacia Dios directamente.
Quizás usemos la palabra “Vida”, como usamos la palabra “Universo” para referirnos a ese algo transcendente a lo que, en ocasiones, no sabemos cómo nombrar. Pero si entendemos la Vida como este plano de existencia, como la oportunidad de intervenir en el tiempo (cito a Katia Ugolini), la Vida tiene una poderosa y hermosa inteligencia, pero no intención y/o voluntad.
Debemos entender que es nuestra psique la que dirige el proceso por el cual le damos sentido a la realidad, entendida ésta como la percepción/construcción subjetiva que tenemos de las cosas. El mundo, lo externo a nosotros (el “no-yo” en términos de la Psicología Evolutiva) existe tal cual es, pero la construcción que hacemos de él, es totalmente subjetiva por diferentes factores, entre los cuales vamos a citar los que sigue:
- El foco atencional, ya hablé de esto en otra entrada de este blog, la realidad está construida en base, a lo que atendemos, lo que no atendemos para nuestra mente “no existe”.
- Nuestra propia experiencia de las cosas que actuará siempre a modo de filtro, tiñendo todo nuestro universo perceptivo.
- Condicionantes externos como son la visión que la cultura, educación, referentes, etc. nos trasmiten, ya nos predisponen a una percepción determinada del mundo y por ende a su construcción.
- Herencias familiares que se transmiten de generación en generación.
Por lo tanto, es fruto de esa construcción de la realidad, que interpretamos las cosas que ocurren a nuestro alrededor. Desde un punto de vista ontológico, necesitamos encontrar explicación a los sucesos de la vida, a la vida misma y necesitamos encontrar un marco referencial estable que nos da seguridad. En este contexto, entender que las cosas pasas porque “la vida así lo ha querido”, nos libera, nos descarga y da una explicación. Todo encaja.
Entonces, ¿todo pasa por algo o para algo?
Todo pasa por algo, en tanto que hay una causa anterior o conjunto de causas anteriores que provoca un efecto o efectos.
Pero, ¿todo pasa para algo? Eso ya dependerá del relato filosófico, espiritual, paradigma científico, etc. (uso la expresión que Sebastián Vázquez usa en sus charlas) que cada cual elija.
A mí me gusta pensar que soy libre para tomar mis propias decisiones, en esa libertad condicionada que me permite un margen de decisión condicionada por mis propios talentos, capacidades, mi naturaleza, las leyes del Universo y la Destinación.
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