En esta entrada encontrarás una propuesta de acceso al éxito basado en altos valores.
Podemos empezar haciendo un recorrido por el concepto más extendido de éxito y cómo acceder a él.
En la Europa del siglo XXI, vivimos en una sociedad marcada por valores y principios que hunden sus raíces en valores y principios que hemos heredado de la cultura de los Estados Unidos de Norte América. Efectivamente, el lenguaje del éxito, el crecimiento personal, el esfuerzo, el sacrificio, el merecimiento, etc. tienen tintes claramente influenciados por autores estadounidenses y la filosofía de “el sueño americano”.
En
gran medida, estos conceptos y principios, se fundamentan en el Protestantismo,
no olvidemos que un 60% de la población de EEUU profesa dicha religión. En ella,
el sacrificio y el merecimiento tienen un gran peso. En este caldo de cultivo,
no es de extrañar que se hayan desarrollado ideas, al tiempo que erróneas,
peligrosas, sobre la posición del hombre respecto al éxito, un éxito que estará
determinado por Dios, sus leyes y sus designios para alcanzarlo y aunque es
cierto que el sustrato teológico se ha perdido, las ideas, aun sin este
sustrato, permanecen intactas.
Podríamos
expresarlo de la siguiente manera: “con esfuerzo y sacrificio, llegarás a ser
alguien de éxito”.
Vamos
a analizar esta manera de entender la posibilidad de ser exitoso.
Primero, habría que definir qué es ser exitoso. Por
desgracia, ha habido una equiparación entre éxito y poder o riqueza. Acaso una
semilla que germina, ¿no es un ser exitoso? ¿Es exitosa una persona que alcanza
poder, fama y riqueza y termina sus días en una bañera y el estómago lleno de
barbitúricos? Cada cual debe definir lo que supone ser una persona exitosa y
huir de las convenciones que, sobre este punto, se han establecido.
Segundo, ¿solo aquellos que hacen grandes
sacrificios triunfan? El mundo del deporte nos muestra continuamente ejemplos
de personas que se convierten en héroes, personas que dedican sus mejores años,
todos sus esfuerzos y energía a entrenar para ser el número uno en su
disciplina. Seguramente, para ellos, deba de ser así. Pero, ¿es el único
ejemplo que debemos seguir?
Sin
duda sin Trabajo no hay logro. Pero, ¿es el trabajo sinónimo de sacrifico,
sufrimiento y éxito?
Por
un lado, no todo el que hace estos sacrificios llega a ser número uno, o ¿alguien
está dispuesto a defender que, un deportista de élite, que nunca alcanzó el
número uno, se esforzó mucho menos que el primero? Quizás éste sea el primero,
porque junto a su esfuerzo hay un talento que los demás no tienen, talento que
exige disciplina y trabajo, claro está. Pero un talento puede marcar la
diferencia.
Por
otro lado, en la naturaleza ¿existe el concepto sacrificio? ¿El resto de
especies (vegetales o animales) se esfuerzan? ¿En qué sentido? Creo que en
realidad, el resto de seres vivos, siguen un curso marcado por dejarse llevar
en función de tu propia naturaleza. Claro que el ser humano presenta grandes
diferencias respecto al resto de seres vivos, pero en su sustrato, rigen los
mismos principios y tratar de hacer cosas que van en contra de nuestros
talentos naturales o pretender que solo esforzándonos en una dirección que
puede incluso ser contraria a nuestra propia naturaleza, podrás alcanzar el
éxito es un contrasentido.
Por
ejemplo, está muy extendida la idea de que, para triunfar hay que dormir poco,
llegando incluso a considerar un mérito levantarse de madrugada, con el
consecuente juicio hacia los que no lo hacen. Y si mi biorritmo me exige dormir
8 horas diarias, ¿cuánto tiempo podré mantener en el tiempo ese ritmo o cuál
será mi capacidad productiva a última hora de la tarde? La idea de que madrugar
es un valor que nos asegura el éxito, es una falacia. Un cuerpo bien atendido y
descansado, rendirá mucho más y mejor que uno cansado, por no hablar del factor
luz, o de la clásica división entre alondras (diurnos) y búhos (nocturnos).
En
tercer lugar, ¿realmente Dios existe para proveer al hombre de
recompensas? ¿Qué Dios, Universo en otras tendencias, es ése que planifica una
vía de éxito y premia en función de esta vía?
Desde este punto de vista, se nos olvida que
nacimos con libre albedrío y en amor y que fruto de ese libre albedrío podemos
escoger el camino que queramos y que todos los caminos (dentro de un orden, se
entiende) son igual de buenos a sus ojos. Y en virtud de ese amor, nunca nos
mereceremos un verdadero castigo.
Por
último, hay una tendencia a inmiscuirse en los asuntos del otro. El
observador, en muchas ocasiones, dado que ve claro que se está transgrediendo
un principio, termina opinando y dictando sentencia, siempre en contra de quien
no sigue la vía establecida.
En
otro plano, podríamos hablar del concepto de merecimiento y cómo se accede a
éste. Desde esta óptica se establece una dialéctica peligrosa, pues parece que
solo los que hacen las cosas de una determinada manera, que parece ser la que
un Dios castrativo, justo y donante de favores, establece. Esto es en sí mismo
dañino pues parece establecer un solo camino de acceso al éxito y a su favor.
Pero
vamos a continuar para llegar a un aspecto aún más turbio, si existe un
merecimiento, no siempre será en positivo y si existe el éxito, existirá el
fracaso. Dicho de otra manera, si existe la recompensa, existe el castigo.
Así
es, si no haces lo que tienes que hacer, serás merecedor de un castigo. El
verdadero peligro, por encima de cualquier otro, es que ese esquema lo
aplicamos con la misma dureza contra nosotros mismos. De eso hablaremos en otra
entrada cuando trate el tema de la COMPASIÓN.
Me
pregunto, qué sería de nosotros si todo acto debiera ser juzgado como
bueno/malo y merecedor de una consecuencia positiva o negativa. Si realmente,
la consecuencia natural de no hacer lo que se supone que debemos hacer, es el
castigo, si solo reciben amor y atención los que “hacen caso”, ¿cómo es que
nuestros padres nos han amado tanto y nos han dado tanto?
Como
hijos, seguro que nos habremos desviado del camino marcado, seguro que habremos
desobedecido o simplemente errado. ¿Quiere decir eso que nos merecemos ser
apartados, que se nos retire el amor y se nos juzgue y castigue? ¿Solo somos
capaces de dar amor, de respetar y aceptar al que actúa según una determinada
manera de actuar?
Hay
una propuesta más hermosa, efectiva y real: el AMOR y sus grandes manifestaciones,
TERNURA, COMPASIÓN y PERDÓN.
En
esta propuesta, el concepto mismo de éxito se diluye, se relativiza y se
democratiza. El acceso al éxito emana de la libertad en la que nacemos y de la
libertad por la que elegimos. Alejarnos del camino, salvo actos de maldad
libremente elegidos, es solo un error que debe ser corregido y sus
consecuencias reparadas.
En
esta propuesta, la relación con lo trascendente muta. Ya no somos seres
subsidiarios de un favor, ni tenemos el poder de lograr el favor de Dios (locus
de control externo). Asumimos nuestra responsabilidad frente a la vida, frente
a nuestro destino y frente a las consecuencias de nuestros actos (locus de
control interno). Descubrimos nuestro “propio sentido de la vida” a la luz de
nuestros talentos de un proyecto global al cual pertenecemos.
Establecer
un sistema de contingencias (merecimiento) sin el filtro de la ternura, la
compasión y el perdón, supone un error que imposibilita el correcto desarrollo
de la libertad, de la independencia, del altruismo, de la espontaneidad, de la
autenticidad, del sentido crítico y del propio desarrollo de estas
manifestaciones del amor en el individuo.
Sin
ternura, sin compasión y sin perdón, no puede haber solidaridad (“estás
recogiendo lo que has sembrado”), comprensión (“no puedes pensar o actuar de
manera diferente a como dice la ley divina), lealtad (tarde o temprano todos
podemos hacer algo que la quebrante), aceptación (tus diferencias se salen del
camino) y acogida (“te mereces lo que te está pasando”), al tiempo que
establece una casta de autoerigidos como moralmente merecedores y, por ende,
superiores, los que hacen las cosas como hay que hacerlas.
Yo
abogo por la vía del Amor, del Trabajo, de la disciplina, de la potenciación
del talento, la aceptación de las limitaciones y del error como factor de
corrección. Bajo esta mirada, el éxito es relativo y es el que cada cual define
para sí, las vías de acceso son múltiples y variadas. La disciplina es una
actitud frente a la vida y no un yugo que oprime, el talento marca tu verdadero
camino y las limitaciones son parte natural de la condición de ser vivo. Por
último, el error, nos permite la posibilidad de corregir y reparar al tiempo
que es una oportunidad de aprendizaje, sin juicios y sin castigos.
No importa lo que lo estés
haciendo, a mis ojos sigues siendo digno de recibir amor. Te respeto, te acepto
y comprendo que hagas lo que haces porque forma parte de tu libertad y eso a mí
no me puede afectar y si te da malos resultados, aquí me tienes para
acompañarte en lo que yo pueda. Vuelve a intentarlo y repara el daño que hayas
podido hacerte a ti mismo y a los demás, yo estoy contigo.