
En esta entrada en la que seguimos hablando de un divorcio sano, vamos a abordar el tema de la Ruptura y divorcio: ¿Cuándo debemos tomar la decisión de romper? Dicho de otra manera, ¿qué tiene que pasar para tener claro que la relación ha llegado a su fin?
Me resulta muy complicado abordar esa parte de la decisión en pocas líneas, lo que sí te puedo decir es que debemos aceptar la posibilidad de que, cualquier relación, está sujeta a la posibilidad de que termine. En primer lugar, debemos tener muy presente el hecho de que, para poder hacer que perdure, es necesario poner grandes dosis entrega y de dedicación. En segundo lugar, cabría preguntarse acerca de la “utilidad” del divorcio en términos de ruptura. Tener la capacidad de discernir cuándo ha llegado el momento de dar el paso, es sin duda un reto. En cuántas ocasiones me han preguntado, ¿debo separarme o seguir luchando?
Como decía, la ruptura es una posibilidad real que debemos contemplar, déjame que introduzca otra idea. Tan poco práctico puede resultar rechazar la posibilidad de una ruptura en tanto que nos condena a quedarnos donde no debemos estar como vivir con la opción de “pegar un portazo” ante cualquier signo de malestar. Asumamos que, en pareja, el compromiso es importante y compromiso significa, entre otras cosas, la voluntad de tratar de construir la relación con el horizonte de que dure toda la vida como opción tan real como lo es una posible ruptura.
En cada caso, para cada persona, habrá unas líneas rojas que serán las que determinen lo que se puede/debe resolver y lo que no. Yo te invito a que hagas el ejercicio de reflexionar sobre esto, incluso que lo escribas. Si me permites que te dé un consejo más, hacer este ejercicio en pareja puede resultar sanísimo. Por un lado, permitirá a cada miembro conocerse, tener las ideas claras y poder construir la relación con los límites claros. Por otro lado, compartir esta información, nos permitirá un nivel de conocimiento y comprensión del otro que nos permitirá, nuevamente construir una relación sana, en tanto que se podrá mantener la distancia respecto a esas líneas roja o se podrá negociar cómo abordar estas situaciones. Y un aspecto fundamental en el contexto en el que estas líneas se enmarcan, nos permitirá abordar una ruptura con madurez, sabiendo en todo momento lo que está ocurriendo y pudiendo tomar una decisión con la serenidad y tranquilidad de que es lo necesario. Si yo sé que para mí o para mi pareja, una infidelidad es imperdonable, ya sé por dónde debo o no debo transitar y en caso de que ocurra, ya tengo claro qué decisión se ha de tomar.
Evidentemente hay mil matices y lo que a priori es imperdonable o “no es para tanto”, en el momento de elaborarlo lleva una carga que realidad que puede hacer que la experiencia sea completamente diferente a lo que habíamos pensado. Pero en cualquier caso, insisto, tendremos un marco sobre el que podremos entender y construir la relación, las necesidades del otro, sus límites y cuándo deberíamos tomar la decisión. Decía que mi recomendación será siempre vivir el divorcio de una manera sana. Qué significa esta afirmación.
En primer lugar, un divorcio sano, solo será posible en la medida en que sea sano para todas las partes implicadas. Es un error pensar que, un acuerdo que me favorezca en exclusiva a mí, me estará beneficiando en todos los aspectos. Antes bien, puede ocurrir que ese favor se vuelva en mi contra en forma de rencor, ira, falta de comunicación positiva, etc. En este sentido, la regla de oro será la generosidad, la capacidad de ceder en los aspectos necesarios que faciliten un acuerdo satisfactorio para todas las partes siempre con la visión puesta en la continua negociación de los acuerdos por cuanto, sobre todo si hay hijos, el acuerdo siempre estará sujeto a las nuevas necesidades que las nuevas circunstancias que se irán dando exijan. Indudablemente, debemos esperar la generosidad en ambas partes.
Retomando la idea de la utilidad del divorcio, es muy importante que entendamos que debe seguir un cauce sano. Es decir, como todo gran cambio (episodio vital) va a suponer una transición profunda entre dos estados, con todas las pérdidas (status, compañía, amistades, hogar, convivencia…) y beneficios (liberación, nueva vida, tiempo…) que ello comporta. La casuística es muy variada y cada separación tendrá un escenario único pero la realidad es que siempre supondrá un cambio.
Si además de enfrentarnos a esta situación en sí misma retadora, dolorosa, exigente, llena de incertidumbre y emociones encontradas, le añadimos el componente del conflicto y una mala gestión de las emociones, el cóctel puede ser absolutamente insoportable.
Siendo esto así, cabe preguntarse, ¿cómo lo hacemos? Claro, como todo lo que tiene que ver con la pareja, es muy importante que este aspecto sea abordado desde la óptica de la participación de ambas partes. Y es que la lealtad, el compromiso, las buenas intenciones, el respeto… no deberían acabar con el amor, con la pareja. ¿Y si fuésemos capaces de vivir la ruptura desde estos valores?
Recuerda esto: el último reto que debe enfrentar toda pareja, es la separación. Bien sea porque esta ocurra en una ruptura, bien por la muerte de uno de los miembros (o de ambos).
En demasiadas ocasiones me encuentro con que el dolor, el rencor, la rabia, la frustración, los celos, la no aceptación, los deseos de venganza, etc. están presentes y son los que guían el proceso. Hasta cierto punto, la presencia de todo lo anterior es normal y forma parte de la ruptura y posterior duelo. Es por ello, que la comunicación desde el inicio, la entrada en juego de mediadores (profesionales o no) y la comprensión de que, incluso si todo ha ido mal, salir de ahí de una manera rápida y limpia, te proporcionará un escenario vital sano, son fundamentales. Te voy a hacer una propuesta que abordaré en tres puntos:
- Comunicación: si en todo momento la comunicación es fundamental, en este momento, aun más. Las diferentes expectativas, asumir ideas preconcebidas, los malos entendidos, etc. son las peores compañeras de viaje para esta tránsito que estamos haciendo, recordemos juntos. Y es que el divorcio, sigue formando parte de la relación, aun no se ha roto del todo el hilo que une a ambos miembros, un hilo que, si hay hijos, no se romperá nunca.
- Mediación: cuando hay un nivel de emotividad alto, cuando el dolor aparece, cuando el conflicto se hace inmanejable o incluso antes de que todo esto ocurra y a modo de estrategia recurrir a personas que intermedien será na gran idea, ya sean profesionales o personas de confianza, estar personas pueden ser un canal de comunicación útil cuando esta se complique, nos arrojarán una visión más objetiva y sana y podrán ayudarnos a limar aristas que pueden terminar enquistándose.
- Borrón y cuenta nueva: al terminar una relación, el escenario ideal es acabar, elaborar la ruptura y el consecuente duelo y rehacer la vida, primero en solitario para después volver a la vida en pareja (no es obligatorio, toma la decisión que consideres oportuna). Para ello, cerrar el libro que has estado escribiendo será una fantástica oportunidad para empezar de nuevo. Indudablemente, no podemos olvidar lo que hemos vivido, ni borrar de nuestra memoria de aprendizajes todo lo que una relación ha supuesto; cuando hablo de borrón y cuenta nueva, te quiero proponer que cierres de manera real la relación. Date la oportunidad de volver a ilusionarte, de recordar con carió y respeto lo vivido, pero de poder mirar hacia adelante con la sinceridad y pulcritud necesarias para afrontar la vida desde la paz interior y la disposición sana (una vez más uso este término) frente a la vida y sus nuevas oportunidades.
Sígueme en RRSS para ver vídeos, píldoras y reflexiones: