
En una ocasión, hablaba con una persona muy sabia sobre estas cosas y le pedí que me hablara sobre la libertad.
Más o menos, ésta fue su respuesta:
“David, pensemos en el juego del ajedrez. En este juego, hay un tablero que es el que es y no se puede modificar, hay unas fichas que son las que son y no se pueden modificar, hay unas reglas que son las que son y, adivina qué, no se pueden modificar. Además, ocurre que hay un adversario que también quiere ganar la partida y que hará lo imposible por hacerlo y, por último, hay un juez que velará porque todo trascurra como debe trascurrir. A partir de ahí, eres libre de jugar la partida que quieras, dentro de tus capacidades.”
Vemos entonces, que efectivamente somos libres, dentro de una LIBERTAD CONDICIONADA. Las leyes de la naturaleza, aspectos socioeconómicos, el clima, etc. imponen ciertos condicionantes, los cuales, son insalvables (yo no puedo mover un árbol de 300kg., debo competir por el mismo puesto de trabajo, la misma pareja, etc.). Pero por muy bien preparado que uno esté, nunca debemos olvidar que hay un contrincante.
Y esto tiene una primera implicación:
“EL RESULTADO NO NOS PERTENECE”
Pensemos en el ejemplo del ajedrez, el contrincante representa todo el mundo exterior, todo aquello que queda fuera de nuestro ámbito de poder. Por muy bien que yo haga las cosas, pueden darse las circunstancias necesarias para que mis actos, no se tengan los resultados esperados y sin que ello signifique, que mis actos no eran los adecuados. Pero puede ocurrir justo todo lo contrario, se puede dar la circunstancia de que, en ocasiones en las que no lo tenía todo a mi favor o que no he puesto tanto empeño en algo, de repente y sin saber por qué, me encuentro con que el resultado supera con creces mis expectativas.
¿Qué hacemos entonces?
En primer lugar, debemos aceptar que el resultado no nos pertenece sin que ello signifique que no debemos esforzarnos. Tú haz lo que tienes que hacer porque además ese “lo que tienes que hacer” es lo que le da sentido a la vida. Por lo tanto, por el mero hecho de estar haciéndolo, ya estarás en el camino correcto.
En segundo lugar, desprendámonos del resultado, qué más da el resultado, si ya estás recorriendo el camino que quieres recorrer.
Vamos a ilustrar lo dicho hasta aquí con un ejemplo:
Hace unas semanas di mi última conferencia, ¿crees que me importaba cuántas personas iba a haber? Yo ya vivo mi GRAN SUEÑO, hice mi trabajo, me preparé… el resultado ya no me importa porque ya tengo el que quiero, por otro lado, podía haber partido de champions, brote de gripe, atasco… o la intervención de un “juez que observa mi jugada” y que, de pronto, considera que no es por ahí o que considera que sí es por ahí y frente a eso, yo qué puedo hacer.
Lo cierto es que la sala se llenó, pero no me hizo sentir mejor que cuando la sala estaba vacía, terminé con la misma sensación de haber hecho un buen trabajo y de estar haciendo de mi vida una historia digna de ser contada.
La realidad es que somos libres y que debemos ejercer esa libertad con responsabilidad, con alegría y sin ningún miedo.
Solo debemos tener presente que hay cosas sobre las que podemos influir, cosas que están en nuestro ámbito de actuación y cosas que no lo están. Desde esa libertad y responsabilidad de la que hablaba, debemos afrontar la vida haciéndonos cargo de lo que sí depende de nosotros, aceptando lo que no depende de nosotros y libres de toda expectativa hacia el resultado.
Quiero insistir: si hacemos lo que tenemos que hacer, estaremos haciendo que la posibilidad de que el resultado sea el que necesitamos, desde un punto de vista operativo, aumente. Pero no será sinónimo de que vaya a ocurrir, tal y como lo esperamos, y será independiente de nuestro sentido de la vida.
Gracias david eres un tio grande y lo sabes un abrazo
Aun haciendo lo que tengo que hacer el resultado no dependerá de mi en su totalidad.
Muy bueno el ejemplo del ajedrez, se lo contaré a los jóvenes.
Gracias David
Gracias Lola!
Libertad, qué gran palabra
Gracias Raúl.