Existe mucha confusión respecto a estos dos conceptos y mucha más sobre la manera en que ambas deben relacionarse.
Se ha impuesto una visión según la cual en el corazón residen las emociones y la cabeza (mente) es la juiciosa que tiene que andar guiando, protegiendo y rescatando al corazón pues con cada decisión que tomamos desde en la que dejamos que las emociones intervengan, “metemos la pata”.
Pues bien, ocurre justo lo contrario. Para empezar, las emociones no residen en el corazón sino que residen en la mente. Tampoco es cierto que las emociones sean “malas consejeras”. Lo que ocurre es que las emociones son difíciles de controlar y eso hace que no siempre actuemos de la manera más deseable, por otro lado, cabría preguntarse “deseable” para quién y con qué criterio. Pero empecemos por el corazón.
En el corazón reside la esencia de lo que somos, nuestros anhelos más profundos, el conocimiento real de lo absoluto y por lo tanto nuestro sueño. Desde un punto de vista espiritual, es el receptáculo del alma y por lo tanto el lugar desde el que se produce la encarnación de ese ser que somos antes de nacer. El corazón alberga también la inocencia, lo más puro de la propia existencia y es el punto de encuentro entre lo humano y lo divino. Entre sus capacidades está la intuición, el recuerdo, etc. Es en el corazón donde reside el sentido de la vida desde el cual emana el sueño. Por lo tanto, hacer de nuestra vida una historia digna de ser contada, implica vivir desde el corazón, atender sus designios y ponerse a disposición de él.
La mente, en cambio, no es más que un proceso, un complejo y sofisticado sistema de tratamiento de información. Sin embargo, la mente también ha sido maltratada y, en ciertos círculos, hablar de lo mental, es hablar de algo de segunda categoría, lo cual es, por completo un error. Nadie, creo, que criticaría a la digestión o a la respiración, son igual que la mente, dos funciones al servicio de nuestro cuerpo, de nuestra vida. Es cierto, que la mente, por su necesidad de contralarlo todo, también tenderá a controlarnos, en la medida en que no la tengamos entrenada. Pero una mente entrenada, con todo su potencial creativo, de procesamiento de la información, de categorización, etc. y puesta a disposición de un corazón puro, dará como resultado una existencia en plenitud, paz, armonía y disposición, una persona que usará sus talentos y los pondrá al servicio de una vida en plenitud.
Por lo tanto, el gran éxito desde un punto de vista de la evolución como ser humano, es que nuestra vida esté guiada por el corazón y nuestra conducta por la mente, debiendo estar la conducta (mente) sometida a los designios del corazón. Es decir, la mente se debe de encargar de que nuestra conducta esté dirigida al cumplimiento de los designios del corazón. A estos designios, los vamos a llamar sueños.
De esta manera, si vivimos desde el corazón, en el camino marcado por nuestro sueño, qué más da el resultado. Ya estoy recorriendo el camino que quiero recorrer. Al corazón no le importa el resultado porque el único que le importa, en este sentido, es vivir en consonancia con nuestra esencia, y eso ya lo ha conseguido. Es a la mente a la que le debe importar el resultado, desde un punto de vista operativo, ya que es la encargada de proveer recursos, resolver problemas, etc. Por eso es necesario prepararse al máximo en las 4 áreas de las que hablábamos antes, para poder ponerlo todo al servicio del corazón, pero insisto, si vives desde el corazón, si estás recorriendo la senda de la vida con tu GRAN SUEÑO como guía, los fracasos no importan, son solo obstáculos que debemos resolver. Desde esta óptica, el error es una consecuencia natural de la Libertad y el fracaso deja de tener importancia. El error se convierte en un factor de corrección que nos da la posibilidad de reparar el daño causado, de volver a elegir el camino, los medios, de pedir perdón y de aceptar, una vez más que el resultado no nos pertenece.
Si a esto le añadimos una mirada autocompasiva entenderemos que todo está bien, personalmente no creo esa afirmación que dice que hicimos lo que hicimos porque no supimos hacerlo mejor. Yo creo que siempre podemos hacerlo mejor, si actuamos desde el corazón, elegiremos la mejor opción, si ponemos los medios necesarios, será suficiente porque, repito, ya no importará el resultado, importará que de corazón hicimos lo único que podíamos haber hecho. Piensa en algo, que has hecho alguna vez de corazón y que no salió como esperabas. ¿No tienes una sensación de paz, a pesar del fracaso?
Desde un punto de vista (mental) operativo, claro que podemos mejorar y debemos hacerlo, pero desde el punto de vista del corazón, lo único que podemos mejorar es nuestra capacidad para atenderle (sigue siendo operativo/mental) porque él ya sabe. Por lo tanto, desde esta mirada autocompasiva, a la que me refería, nos veremos libres de toda culpa, merecedores de todo nuestro amor con indiferencia de nuestros logros, libres del yugo del resultado, indiferentes a la autocrítica y a la crítica de otros, pero impelidos a ser nuestra mejor versión.
Gracias por la explicación
Gracias Raúl.